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Una experiencia nueva ... Mitad de camino

Miércoles, 25 Junio 2025

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Desde distintos rincones de nuestro continente americano —Chile, Brasil, Venezuela y Ecuador— cinco hermanas hemos iniciado una experiencia formativa profundamente significativa en nuestra vida religiosa: una etapa de renovación espiritual y comunitaria, en el corazón de nuestra Congregación, en la querida casa de La Lomita de la Virgen, en Villa Allende, Argentina. 

Iniciamos este camino con gratitud y esperanza, de la mano de Dios, de la Virgen María y de Santa María Rosa Molas, mujeres que nos siguen inspirando a vivir la fidelidad con alegría y entrega. Sabemos que sólo junto a Dios es posible encontrar la verdadera felicidad en la vida consagrada, y por eso, con confianza, nos pusimos en marcha el pasado 3 de marzo, para comenzar esta aventura de fe, formación y encuentro.

Ha sido un tiempo de gracia, de detenernos para retomar nuestras vidas en las manos de Dios, y de iniciar un proceso de conversión que nos desafía, nos despierta y nos consuela. Agradecemos profundamente al Gobierno General por apostar por estos espacios de renovación que confirman nuestro “¡Aquí estoy, Señor!” y a cada una de nuestras comunidades que han confiado en nosotras, sabiendo que lo que queda en la misión está también en manos fieles.

La reflexión diaria en torno a nuestras Constituciones ha sido un verdadero encuentro con el Espíritu, que nos invita a redescubrir con ojos nuevos la belleza y la responsabilidad de nuestra vocación. Sentadas en fraternidad, dialogando y orando desde cada capítulo, sentimos que el carisma de la Consolación se hace vida y misión en nosotras.

También hemos vivido con gozo las clases en el CEFYT. Cada asignatura, cada docente, ha sido una bendición: una oportunidad para crecer como mujeres consagradas, en humanidad y entrega, fortaleciendo nuestra opción de seguir a Jesús con radicalidad desde nuestras realidades apostólicas.

Y como si fuera poco, Dios nos ha regalado momentos de profunda espiritualidad: un paseo comunitario a Villa Cura Brochero, donde la presencia del santo cura nos contagió su audacia apostólica y nos confirmó que la santidad es posible en lo pequeño. En Río Cuarto, otra comunidad nos recibió con generosidad y calidez, haciendo visible que el carisma sigue vivo y que Dios sigue obrando maravillas a través de los gestos sencillos.

La experiencia culminó —o mejor dicho, llegó a su mitad— con unos días de Ejercicios Espirituales, guiados con sabiduría y ternura por el P. Virginio, dehoniano. Fueron días de silencio, oración profunda y encuentro con Dios cara a cara. Allí, en el desierto del corazón, confirmamos una vez más que el amor de Dios es real, es presente y es el único que sostiene nuestra vocación.

Hoy seguimos este camino con alegría y esperanza, sabiendo que lo vivido es semilla fecunda. Agradecemos infinitamente a todas las hermanas que, con su oración y cercanía, han sido parte de esta experiencia transformadora.

“Todo para gloria de Dios y bien de las hermanas, nada para nosotras”.
Santa María Rosa Molas.

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